Toreaba Juan Belmonte un toro de esta mítica ganadería en Bilbao.
Y lo contaba así:
"A un toro berrendo, grande, bien
armado, le hice una faena de muleta fuerte. Al final el toro quedó
derrotado, al parecer, juntas las manos y con el hocico a ras del suelo.
Le di por vencido y le hice el adorno que por entonces se utilizaba: me
arrodillé en la misma cara, muy cerca de los cuernos.
Así permanecí un espacio de tiempo
que no sabría medir ahora, olvidando con el calor de la faena y las
aclamaciones del público que aquel toro era de Miura.
Al cruzar como una ráfaga en mi
mente esta idea, miré a los ojos del toro y vi en aquellos ojos una luz
que nunca olvidaré, el toro había reaccionado y sentí claramente que en
cuanto me moviera me cogía.
En un esfuerzo supremo, tiré de mí
mismo con todo el vigor que me permitían mis fuerzas. Y, efectivamente,
apenas había iniciado la retirada, el toro arremetió contra mí y me
enganchó la taleguilla. Parte de la tela se quedó prendida sobre el
pitón, mientras yo rodaba por el suelo. Ya dio tiempo a que Maera
metiera el capote y se llevara al toro".
(Miuras, cien años de historia, de Guillermo Vila)
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